La soledad puede ser descrita como un sentimiento no esperado y muchas veces no deseado, de pérdida de compañía, o el sentimiento de que uno está solo y no le gusta esta situación. En determinados casos puede tener implicaciones para la salud de las personas que la experimentan.
Es cierto que para otras personas la soledad es una opción personal, es decir, pudiendo tener una pareja, estar acompañados, eligen voluntariamente estar solos. Es esta una opción muy respetada pero no la más habitual y sobre la que no nos detendremos demasiado. Este artículo se centrará en la soledad de las personas que se han visto abocadas a ella sin quererlo y profundizaremos en una especial, por su frecuencia e importancia: la soledad de los ancianos.
Para los ancianos, en general, la soledad es una situación no deseada ni buscada y muy personal, es decir, lo que para una persona puede ser una situación más o menos aceptable, para otra puede ser tremendamente angustiosa.
La soledad es un problema relativamente frecuente entre los ancianos. Algunos grupos son más vulnerables y proclives a padecerla: los inmigrantes, las personas apenadas o con escasos recursos familiares y sociales o aquellos limitados por incapacidades físicas. La soledad puede verse exacerbada por la falta de dinero y manifestarse entre aquellos ancianos ingresados en instituciones o residencias.
La soledad, sin embargo, no puede ser vista exclusivamente como el resultado simple y directo de las circunstancias sociales. A menudo se confunde con el aislamiento social, es decir, la falta de contactos sociales que una persona tiene. Sin embargo, el bienestar puede no estar correlacionado positivamente con el contacto social; depende en gran medida de la naturaleza de los contactos que se establezcan. Para algunas personas, la soledad es una forma de vida que encaja perfectamente con su carácter o personalidad. Algunas personas pueden sentirse solas incluso entre una multitud; otras, en cambio, que tienen menos necesidades de contacto social, pueden no sentirse tan solos incluso si no reciben visitas.
La mayoría de las personas que experimentan la soledad son los ancianos mayores, los viudos y las viudas y las personas con incapacidad. El problema es muchas veces serio en los ancianos ingresados en residencias. También la experimentan con frecuencia mujeres mayores casadas, ancianos que viven con hijos casados y los inmigrantes de otros países, especialmente aquellos que no hablan bien la lengua.
Se ha podido comprobar que la soledad es menos frecuente en aquellas áreas rurales en las que todavía permanece un sentimiento de comunidad.
Fundamentalmente existen dos tipos de soledad:
- Externa, condicionada por las circunstancias vitales de la persona.
- Interna, más estrechamente relacionada con el tipo de personalidad.